UNIDAD o SEPARACIÓN e INOCENCIA o PECADO

Publicado: 25/05/2017 en Ciencia y Espiritualidad
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UNIDAD o SEPARACIÓN e INOCENCIA o PECADO

Siendo que el “Paradigma principal” del Sistema, el individualismo y el bien personal, con toda su cohorte de programas y creencias manipuladoras que nos llevan a sentirnos distintos y separados con sus efectos de confrontación y lucha, el nuevo arquetipo, en el que se integran variadas corrientes espirituales y movimientos afines a la evolución y transformación  anhelante de permutar el perverso “paradigma” del mundo por el más dulce del bien común, laborando en  cooperación, entendimiento y en amor cierto, cabe preguntarse, a tenor de una transformación rápida y sin mayores quebrantos, que es lo que habría que corregirse, también en nosotros, para subsanar el mal que corroe el mundo de la forma más eficiente. Quiero con este texto reflexivo ofrecer una honda meditación sobre la incógnita de hasta qué punto estamos todos imbuidos en el patrón que la separación y/o que impide avanzar en el camino de la unificación y del hermanamiento. Esto es seguimos atrapados en el viejo “paradigma” o nos abrimos al nuevo.

Destacando lo coherente de que nuestras emociones puedan ser de rechazo y tribulación, constato ¿Cómo no va a ser posible sentir que, en el fondo del alma, aniden o irrumpa los embate de emociones encontradas de rabia y rencor ante la iniquidad del mal y de la criminalidad y la pesadumbre que asola el Mundo y, consecuentemente, contra los gestores de que esto sea así? ¿Cómo no vamos a sentirnos enfrentados y distintos de ellos si deseamos un mundo más justo y humano en contraposición a los que defienden este sistema de privilegios? Bulle nuestra sangre exaltada en sintonía con el amargura, la miseria y la muerte de tanto y tanto desheredado mientras otros se regodean en el confort del bienestar material y corporal. Tengo tan cerca y tan tierno aún en mí el Miguel Hernández que clamaba dentro de mí, en su “Nana de la cebolla y Niño yuntero”, que con dolor y rabia asumo y comprendo que lo normal y justo en este descabellado y loco mundo sea el juzgar y condenar a esa lacra inmunda digna merecedora de sentencias y castigos ejemplares.

La evolución de conciencia que se está dando en buena parte de la Humanidad parece tener claro que la especie humana, el Hombre, participa y conforma una sola unidad. Somos todos, Uno. En potencia y esencia solo Uno. E ir en contra esta innata propiedad humana es tan contranatural que sólo hace posible que se dé la autodestrucción que envilece la vida en el planeta. La ciencia corrobora y certifica esa unidad y, científicamente, lo experimenta y demuestra de manera incuestionable. Y esto pone ante nuestros ojos que tanto los que creemos ser justos, supuestos buenos, y esos maléficos personajes que rigen el Sistema, participamos todos de esa misma unicidad. Más esta unidad tiene dos vertientes a considerar: la interna propia  y la externa con el otro, el hermano. El cómo se pueden dar las relaciones externas dependen en primer lugar del estado de relación interna que tengamos con nosotros mismos. Si estamos en incoherencia interna en nuestra unidad mal podremos establecer conexión y comunión con el otro externo. Sanar la coherencia interna por tanto, no sólo habilitará la paz interna sino que facultará el entendimiento y el sanar la relación con el otro habilitando la colaboración y el hermanamiento.

El concepto prevalente del mundo, la separación y sus conflictivos derivados se hacen operativos mediante la polarización y la contraposición. Este condicionamiento, presentes en toda relación humana es, sin ninguna duda, aceptado como forma natural de ser en el mundo fenoménico que proyectamos, pero, por el contrario, esta actitud de polarización no es consustancial a nuestro ser, sino que se manifiesta y acepta así porque se la reactiva y cultiva. Desde el comienzo de vida del niño se instala el concepto de lo mío “frente” a lo tuyo, la educación y la cultural priorizan el concepto del yo especial frente al verdadero Ser. El objetivo de las enseñanzas del mundo es que cada individuo forje, a medida que creces, un yo propio y diferenciado.

Este yo personal va conformando un ente que no guarda semejanza alguna con lo que en esencia eres. Forjamos un concepto nuevo de quien y que soy, el ego; un ídolo, concebido con el propósito de suplantar una realidad y cualidad de orden superior de tu ser. Bajo el control de esta entidad ego céntrica que se promueve, en ti y en mí, indeterminado Hombre inocente que sufre la insensatez y el desvarío de ese tú y yo, que yerra. Y que desde el clamor doloroso y errático contra el otro hermano común, lo sentencia y excluye fuera de sí mismo. Grave error, pues desde el juicio y condena de hallarle pecador inmisericorde de esa culpabilidad que le, o me, achacan, se erige la barrera que nos excluye, separa y polariza a ambos; abrimos un abismo entre los dos. Este error inhabilita el percibirse y el estar en la inocencia y en la paz interna. Mayor es la transcendencia que encarna la disgregadora sentencia, germen de separación y ruptura, que inhibiendo de responsabilidad al enjuiciador le esconde sibilina y herméticamente dicho error ocultándolo en el cuarto oscuro del subconsciente. Ya siempre, tu tú o mí yo protagonista, condenaremos con el sello indeleble del “pecado” al otro, de forma que esta extrapolación propiciará que no se desvele la traición que se oculta en nosotros. El otro será ya, siempre, el espejo que reflejará nuestra imagen, y que sin cuestionamiento desenfocaremos para no ver nuestros errores y en cambio poder verlo solo a él, y al mal que infringe. Esta es la ladina estafa que sostiene que este mundo ilusorio sea contrapuesto y desunido, proyectando lo que es, en base a la paradigmática separación y confrontación.

Sólo el poner foco de luz y alumbrar el error cometido nos permitirá limpiar y sanar al inocente Ser que somos. Conceptualizar lo oculto como “error”, y no como “pecado” que siembra culpa, hará que podamos perdonarnos a nosotros mismos y a las posibles desviaciones que se produzcan en el otro; pero no será con el perdón condescendiente de superioridad, sino el auténtico perdón, el efectivo y real perdón, en el que no se tiene en cuenta tal “error”.

Todos, con independencia de donde nos sitúen las circunstancias y condiciones de la vida, dentro este irreal mundo de ilusiones, tenemos la opción potenciar de elegir y la posibilidad de cambiar si deseamos dónde y cómo situarnos. La dificultad radica en cómo escapar de la trampa en que estamos instalados: en los roles que representamos, en la personalidad egótica  que fraguamos, en las creencias inscritas en la mente y en programaciones asumidas. Del mismo modo, que podemos ejercitar esa libertad, en el fondo sabemos que disponemos de un “observador interno” que puede ver, si hay actitud, la verdad o la falsa en que nos postulamos en todo momento y en la realidad e ilusión en la que vivimos. Este “observador” si lo hacemos valer nos empodera en descreer, desprogramar y cambiar todo lo erróneo insertado en la mente. Mente que  si no seguirá desviada y separada de la mente superior, en un estado pervertido enviando al cuerpo dolor y a la conciencia dormida sufrimiento y ansiedad.

La cuestión en la relación con el Sistema es: ¿Cuáles son los condicionantes que lleva al Hombre a elegir ese algo contranatural a lo que esencialmente deseas y sientes ser? y, en ¿Cómo se ha prostituido esa naturaleza atándose y esclavizando de las cosas densas e intrascendentes? La respuesta es que el Hombre, desde una engreída grandeza superior, ha suplantado al dios que dice adorar, recreando su propia realidad, desde su pretendido poder, cuando en verdad sólo es capaz de proyectar el desastroso infierno que vemos, llevándolo a cabo desde el entramado de creencias falsas, dando por resultado el dantesco panorama que conocemos. El Hombre Uno, ha desintonizado de su Ser, y ahora se impone, como en la parábola de Cristo, la vuelta a casa del Hijo Pródigo. Esta conducta, da fe en dictaminar que todos, los unos y los otros, en mayor o menor medida estamos enfermos. Y que esos locos adicto al poder y a la materia que administran el mundo están más graves y enfermos que nadie.

Las opciones que tenemos desde el pretendido despertar de consciencia, en torno a estos locos enfermos que nos guían a la perdición y autodestrucción, son dos, o bien los acogemos y los hermanamos en la unicidad común o bien, como hicimos siempre a lo largo de la historia, nos enfrentamos a ellos y nos abocamos a repetir de nuevo la lección; ya que en tanto sigan en su ilusoria y loca esquizofrenia no permitirán jamás que, mediante el choque, cambie nada. Tengamos en cuenta que cuando se juzga y condena lo que realmente se hace es reactivar al opositor y revitalizar su posicionamiento y postura, amén de ampliarse la distancia y separación. El amor une, el odio separa…    Por otra parte de esta enfermedad es epidemia de la que no estamos libre ninguno, pues todos en mayor o menor medida estamos infestados, sólo nos cabe laborar en pos la unidad interna propia y descreer, salir y derrocar los falsos paradigma de separación promoviendo los nuevos de unidad y bien común. Pero ello hay que hacerlo desde el corazón, perdonando los “errores” de todo equívoco loco enfermo. Si disponemos de consciencia aportemos consciencia a inconsciente…    No impide, no obstante, esta demanda de unidad, lo justo de denunciar y lidiar en pro de la equidad y la verdad, pero al hacerlo debemos separar y abrir un espacio entre la obra y el obrador, pues el artífice puede ser un inepto, un loco o bien estar conducido y guiado por unos planos y proyectos erróneos que no sabe ni puede ni interpretar. ¿Quién se puede considerar libre de responsabilidad de que estos planos y programas (Sistema) sean lo que son?

La Humanidad, que no ha dejado en ningún momento de su Historia en quemar etapas de cambio y progreso, se juega en el presente el más grande de los retos y desafío que nos puede elevar a dar un salto cuántico sin precedentes. Tal vez los paradigmas y creencia que nos acompañaron a lo largo de la Historia, a pesar de lo perverso que pudieron, sin ninguna duda, haber sido, fueron desde otra perspectiva necesarios para llegar al punto evolutivo en que nos encontramos hoy. A pesar de lo dañino y nefasto de tantos credos y programas para la Humanidad, hay que reconocer, mal que pueda pesar, sus aspectos positivos contribuidores en aras al progreso, comunicación y globalización por ejemplo, condición previsible para la unidad. Por ello aceptemos sin rencor lo que fue y derroquemos lo que proceda extirparse.

Desde ni humilde posición colaboro en sacar a la luz mecanismos que estimo precisos extirpar; ahora y en torno a la reflexión presente, quiero recalcar como los instrumentos que nos mueve a todos dentro del Sistema están tan implantados e imbricados en todos los ámbitos de la Sociedad Humana que funcionan y engranan casi solos y por sistema. Se ha creado un sistema tan monstruoso con características de autómatas y funcionamiento autónomo que puede inclusive liberar de responsabilidades a las personal que lo manejan. Estos automatismos robotizados mantienen aherrojado las percepciones de muchos. Sólo hay que ver como la mayor parte de la prensa y de la política defiende fanática y sin capacidad de ver otra realidad y con esto la justicia, el derecho y la ley vigente, por no mencionarles el Sistema que les son palabras mayores; en definitiva se identifican con todo lo establecido cuan si fuesen leyes divinas inamovibles y consideran que es de locos cambiarlas, y no sólo es el paripé adecuado al servicio de quienes les pagan, se ve bien como creen en ello y no tienen capacidad de entender nada nuevo y mejor. Pueden sufrir por el dolor del desheredado más consideran imposible darles soluciones reales y para lavar cualquier atisbo de mala conciencia el sistema les ofrecerá la caridad.

Enfocar el problema en cosa de buenos y malos es lo más nefasto que podemos hacer. La cultura de la culpabilidad, del sacrificio o del pecado que algunas religiones incrustaron en la mente de la Humanidad bajo el precepto de creencias inalienables es lo que nos hace manifestarnos en la forma maléfica en que lo hacemos, corrompiendo nuestras acciones y creaciones. Creo que debemos dejarnos del quien y del porqué y centrarnos en cambio en colaborador en desmontar todo lo falaz e inservible que lastra nuestro progreso evolutivos como Especie y Ser. Y para ello el primer paso será ese ser Uno.

Eves

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